En un entorno digital donde la confianza lo es todo, proteger los datos ya no es solo una obligación legal: es una decisión estratégica de negocio. Especialmente en Chile, donde la nueva Ley de Datos abre un camino para que las organizaciones se posicionen como líderes en transparencia, ética y tecnología responsable.
Desde mi rol en ACL Tecnología —empresa que lidera procesos de transformación digital en sectores como banca, retail y servicios TI— he sido testigo del impacto que puede generar una visión proactiva en torno a la privacidad. Este no es solo un asunto legal. Es un reflejo de madurez tecnológica, de compromiso con los clientes y de una cultura organizacional capaz de anticiparse a lo que viene.
Europa marcó un antes y un después con la entrada en vigor del Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) en 2018. Lo que al inicio fue visto como una carga regulatoria, rápidamente demostró su valor estratégico:
80% de las organizaciones reportaron un aumento en la confianza del cliente.
78% mejoró su eficiencia operativa gracias a procesos de gobernanza de datos.
Las inversiones en privacidad generaron un retorno promedio de 1,6 veces, y en algunos casos hasta 2x.
Estas cifras demuestran que la privacidad se convirtió en una ventaja comercial tangible. Las empresas que se anticiparon al cumplimiento ganaron reputación, fidelidad y diferenciación.
Además, el cumplimiento del GDPR preparó a muchas organizaciones para competir en mercados globales. Aquellas que adoptaron principios como la “privacidad por diseño” mejoraron su reputación internacional, facilitaron alianzas estratégicas y accedieron a clientes más exigentes. Este enfoque "holístico" de la privacidad se transformó en un sello de excelencia operativa.
La nueva Ley de Datos en Chile está a las puertas de su entrada en vigencia. Su objetivo es garantizar los derechos de las personas sobre su información personal, bajo principios similares al GDPR: transparencia, consentimiento, trazabilidad y responsabilidad.
Pero aún muchas organizaciones no están preparadas. Desde nuestra experiencia en procesos de transformación digital, vemos:
Bases de datos sin gobernanza.
Procesos sin trazabilidad.
Falta de articulación entre áreas legales, TI y negocio.
El resultado: una cultura digital fragmentada que ve la ley como un requisito más, y no como una oportunidad de madurez organizacional.
Además, 93% de los chilenos se declara muy preocupado por el mal uso de su información. Esta desconexión entre conocimiento legal y nivel de preocupación es un síntoma claro de que las organizaciones tienen una oportunidad única de cerrar esa brecha con acciones concretas.
Hablar de protección de datos ya no es solo tema de los abogados. Es parte del discurso comercial. Las personas exigen:
Seguridad: garantizar que sus datos no se filtren ni sean mal utilizados.
Transparencia: saber qué se recopila, para qué y por cuánto tiempo.
Control: tener derechos sobre su información (acceso, rectificación, eliminación).
Desde la práctica, he comprobado que la privacidad bien gestionada no limita la innovación: la potencia. Al ordenar, trazar y proteger los datos, las organizaciones liberan capacidades clave para automatizar, anticiparse a riesgos y diseñar productos más relevantes. En mi experiencia en minería y retail, donde los datos son abundantes pero dispersos, establecer gobernanza y trazabilidad ha sido clave para la eficiencia.
Ordenar la información impulsa la calidad de los datos.
Definir responsabilidades mejora los flujos de trabajo.
Implementar trazabilidad permite automatizar con confianza.
Según informe Cisco, el 95% de las empresas que invirtieron en privacidad afirma que obtuvieron beneficios superiores a lo esperado, incluyendo mayor resiliencia, fidelización del cliente y reducción de pérdidas por brechas de seguridad.
En un mundo donde todo se puede copiar (productos, precios, tecnología), la confianza es inimitable. Y proteger los datos es la forma más concreta de construirla:
Muestra compromiso ético.
Genera relaciones más duraderas.
Refuerza la reputación digital.
Desde la mirada comercial, pocas decisiones tienen tanto impacto reputacional como declarar —y demostrar— que la privacidad del cliente es un valor no negociable.
Hoy más que nunca, proteger los datos no es solo una responsabilidad técnica: es una decisión de negocio.
Aspecto | Antes del GDPR | Después del GDPR |
---|---|---|
Enfoque de las empresas | Reactivo | Proactivo |
Rol de los datos | Recurso técnico | Activo estratégico |
Relación con el cliente | Transacción | Confianza sostenida |
Privacidad | Cumplimiento mínimo | Diferenciación comercial |
Diagnóstico organizacional: evaluar brechas entre lo actual y lo que exige la ley.
Gobernanza de datos: definir responsables, flujos y protocolos.
Capacitación transversal: involucrar a todas las áreas, no solo legal o TI.
Tecnología habilitante: plataformas que integren consentimiento, trazabilidad y auditoría.
Medición de impacto: establecer KPIs vinculados a confianza, cumplimiento y experiencia del cliente.
Comunicación clara: explicar a clientes y usuarios cómo se usan y protegen sus datos.
En Chile, algunas fintech, aseguradoras y plataformas de salud ya comienzan a adoptar estos principios. Pero aún son minoría.
Destacan casos como startups que han incorporado la privacidad como eje de su propuesta de valor, incluyendo botones visibles de revocación de consentimiento, paneles de autogestión de datos y certificaciones de ciberseguridad.
Desde el área comercial, hablar de protección de datos como parte de la propuesta de valor.
Desde tecnología, diseñar soluciones con "privacidad por defecto".
Desde el directorio, medir la madurez digital en términos de confianza.
Desde recursos humanos, incluir formación en privacidad en la inducción y programas de desarrollo.
En mi experiencia liderando áreas comerciales y técnicas, sé que este tipo de transformaciones solo ocurren cuando hay una visión compartida desde la alta dirección. Porque esto no va solo de herramientas, sino de cultura.
A partir de su publicación, las organizaciones tienen un plazo de adaptación (entre 6 y 12 meses, según su tamaño). Es fundamental prepararse desde ya.
A todo dato personal, especialmente aquellos sensibles (salud, etnia, opinión política, etc.). También regula el consentimiento, la finalidad del tratamiento y los derechos del titular.
La ley contempla multas que van desde cientos a miles de UTM, dependiendo de la gravedad. Pero más allá de las sanciones, el mayor riesgo es perder la confianza del mercado.
Deben implementar políticas de privacidad claras, asignar un delegado de protección de datos (cuando corresponda), asegurar trazabilidad, y garantizar mecanismos efectivos de consentimiento y atención a titulares.
El cumplimiento de la Ley de Datos es inevitable. Pero convertirlo en ventaja estratégica es una elección. En un ecosistema digital cada vez más exigente, la confianza será el nuevo diferenciador.
Desde ACL, acompañamos a organizaciones que quieren convertir esta transición legal en una oportunidad de madurez digital, mejora operativa y reposicionamiento estratégico.
Como profesional que ha vivido la evolución tecnológica en distintos sectores y ahora se forma en inteligencia artificial, estoy convencida de que la privacidad no es el fin de la innovación, en una condición.